Otro bulo promovido por las películas, que lleva a creer que las espadas son objetos indestructibles que no se rompen o ni siquiera se mellan al golpear con ellas barras de metal, verjas, piedras, troncos, columnas de hormigón armado, etc, etc...
Cualquiera que haya blandido una espada se dará cuenta rápidamente de que si se le ocurre golpear con ella algo igual o más duro que el acero de su hoja tendrá muchas posibilidades de estropear la hoja irremisiblemente, y si insiste en ello acabará por partirla. Las hojas de las espadas se crearon siempre con el objetivo de poder cortar un cuerpo humano, y como mucho poder penetrar en determinados tipos de armadura, que no en todas.
Algunas espadas son capaces de cortar a través de una armadura de cuero, otras, con puntas reforzadas y muy agudas, eran capaces de perforar una cota de mallas, y ninguna podía cortar una coraza de acero templado. Para derribar a un guerrero con Arnés Blanco se necesitaba un potente lanza, una ballesta, un enorme hacha, un martillo de guerra o mucha suerte y puntería para acertarle en alguna parte descubierta, como las axilas o las aberturas del yelmo.
La carne también es más consistente de lo que se piensa, sobre todo porque los huesos no son fáciles de cortar. Una espada puede llegar a amputar miembros, pero para ello se requiere una gran fuerza y una técnica depurada, aparte de no encontrarse en el camino una pieza de armadura. Es habitual ver en las películas que los protagonistas cortan cabezas como si nada, aunque éstas tuvieran el cuello protegido por una gola o un ventalle de malla.
Para dar una medida de lo difícil que era poder seccionar una cabeza podemos ir a un museo y contemplar alguna espada de verdugo, que eran diseñadas para tal fin. Comprobaremos que poseen unas hojas muy anchas y largas, dotadas de un considerable masa e inercia, y con todo los verdugos debían ser diestros en su oficio para poder tener éxito al primer tajo, pues en muchas ocasiones no conseguían cortar totalmente la cabeza del reo.
Lo dicho, ninguna espada es indestructible, ni puede cortar a través de objetos duros como si fuera un sable láser de Jedi.
Cualquiera que haya blandido una espada se dará cuenta rápidamente de que si se le ocurre golpear con ella algo igual o más duro que el acero de su hoja tendrá muchas posibilidades de estropear la hoja irremisiblemente, y si insiste en ello acabará por partirla. Las hojas de las espadas se crearon siempre con el objetivo de poder cortar un cuerpo humano, y como mucho poder penetrar en determinados tipos de armadura, que no en todas.
Algunas espadas son capaces de cortar a través de una armadura de cuero, otras, con puntas reforzadas y muy agudas, eran capaces de perforar una cota de mallas, y ninguna podía cortar una coraza de acero templado. Para derribar a un guerrero con Arnés Blanco se necesitaba un potente lanza, una ballesta, un enorme hacha, un martillo de guerra o mucha suerte y puntería para acertarle en alguna parte descubierta, como las axilas o las aberturas del yelmo.
La carne también es más consistente de lo que se piensa, sobre todo porque los huesos no son fáciles de cortar. Una espada puede llegar a amputar miembros, pero para ello se requiere una gran fuerza y una técnica depurada, aparte de no encontrarse en el camino una pieza de armadura. Es habitual ver en las películas que los protagonistas cortan cabezas como si nada, aunque éstas tuvieran el cuello protegido por una gola o un ventalle de malla.
Para dar una medida de lo difícil que era poder seccionar una cabeza podemos ir a un museo y contemplar alguna espada de verdugo, que eran diseñadas para tal fin. Comprobaremos que poseen unas hojas muy anchas y largas, dotadas de un considerable masa e inercia, y con todo los verdugos debían ser diestros en su oficio para poder tener éxito al primer tajo, pues en muchas ocasiones no conseguían cortar totalmente la cabeza del reo.
Lo dicho, ninguna espada es indestructible, ni puede cortar a través de objetos duros como si fuera un sable láser de Jedi.
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